Día del Orgullo Friki 2007






Talleres de Henna



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Por cada comentario que escribáis en Sistema Anoat, un dólar será enviado a un niño camboyano sin brazos que está atado por el torso a la pata de un elefante.

Si no reenviais este mensaje, una niña muerta se os aparecerá esta noche mientras dormís, tendréis 15 años de mala suerte, el negro nazi os daá una paliza, os pincharéis con una jeringuilla cuando os sentéis en el cine, el messenger será de pago y no volveréis a probar la tortilla de patatas.

¡Esto no es ninguna broma, es totalmente en serio!

Mike Dohanson (Ohio) no escribió ningún comment y fue atropellado por un camión a la salida de su trabajo.

Louis Lopard (Vancouver) se limitó a entrar en la web y no opinar, y poco después cayó por una boca de alcantarilla mientras paseaba de camino a su casa.

Así­mismo, se dice que Helen Mibna (Sao Paulo, Brasil) fue perseguida varias calles por un chupacabras por quejarse reiteradamente de la falta de actualización de la web.

Gracias por vuestra atención.


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  martes, mayo 02, 2006

Momentos Entrañables Bérriz, vol 9

HTML, CSS, Diseño Web...¡basta ya de tonterías!


Momentos Entrañables Bérriz, vol. 9


(En el Coleeegio Bérriiiz...hay que ser solidariooos...con la mano en el corazoon...con ilusioon)


El Momento Entrañable Bérriz de hoy está dedicado a una de las señas de identidad de nuestro querido y esperpéntico colegio. Hablo de esa clase especial, por la que sentíamos una mezcla de alegría, miedo y odio. Una clase asociada a un horrible y engorroso chándal gris y amarillo.
Sí, hoy os voy a hablar largo y tendido de...


La Clase de Gimnasia

Me resulta totalmente imposible separar mis años en el Bérriz de la clase de gimnasia. Era sin duda una de las clases más carismáticas y temidas, donde las debilidades de cada uno salían a relucir, en público y bajo nota. Precioso.
Para la gente normal, la clase de Gimnasia (por más que quisieran fliparse llamándolo Educación Física) despertaba una mezcla de ingenua esperanza, temor y frustración.

Esperanza, por si Miguel Ángel decidía concedernos la Gracia del Tiempo Libre (reverencia).

Temor por verle aparecer con una ristra de Conos de Castigo bajo el brazo.

Y frustración cuando estaba claro que íbamos a correr, contorsionarnos o cualquier otra actividad vacía de sentido.

Y digo gente normal porque para un selecto grupo de superdotados (véase Andina, Rodrigo, Adolfo o Eva) correr un kilómetro y medio era algo tan simple y anodino como echar una meadita bajo un árbol. Pero para la gente normal, repito, la clase de gimnasia te tenía en vilo hasta que Miguel Ángel decidía la tortura con la que agotar nuestros cuerpos preadolescentes.

Todos tenemos decenas de recuerdos de esas horas tan alejadas de lo que se cocía dentro de las aulas. Recordemos cómo eran estas horas de sangre, sudor y Milla.

El horario: la hora de la verdad


En primer lugar, hay que señalar que a lo largo de nuestra vida berricense hemos tenido muuuchas clases de gimnasia, que se han ido alternando en varios horarios. Tomando mi selectiva memoria como fuente primigenia, creo recordar que hemos tenido gimnasia en dos momentos de nuestra vida:

Por la tarde a última hora: esto era un subidón. Pocas cosas podían ser mejores que terminar el día con una clase de gimnasia que, la mayor parte de las veces, solía convertirse en Tiempo Libre (reverencia). Cuando esto ocurría un viernes, era el gozo más absoluto. Y si además era verano, el orgasmo. La mejor forma de comenzar el fin de semana.

- A primera hora del lunes: sólo de pensarlo me entra el abatimiento. De esta me acuerdo perfectamente. 4º de ESO. Lunes. Una vez traspasado el UMBRAL (con mayúsculas) del Colegio Bérriz, no subías a la clases como el resto de días. No. Dejabas tu mochila en el suelo, en el campo de baloncesto que hay nada más entrar, y esperabas la llegada de Miguel Ángel. En estos días, un 95% de las veces nos hacía correr alrededor de la puta cancha nada más llegar, hasta que a él le apeteciera parar. No había coronómetro, ni objetivo, era simplemente por joder y revolvernos el Colacao que habíamos desayunado hace menos de una hora. Este ejercicio de crueldad tempranera alcanzaba sus cotas más altas de perversidad durante los fríos meses de invierno, cuando sueño y entumecimiento se juntaban una fatal combinación.

Y creo que también tuvimos gimnasia a penúltima hora, lo que era una putada porque luego había que subir a clase y no apetecía nada.


Los profesores de gimnasia: paladines del cansancio

Ellos fueron los culpables de nuestro dolor, los responsables de horas y horas corriendo bajo el sol, de músculos fatigados y de pruebas sin sentido. El Dúo Terrible, al descubierto.

-Miguel Ángel: conocido en la Primera Edad como El Tirano por un grupo de irreverentes y fracasados alumnos, Miguel Ángel no es simplemente el profesor de la clase de gimnasia.

Miguel Ángel ES la clase de gimnasia. Nadie como él representa esas horas al aire libre.

Un hombre serio y barbudo, que bajo su carácter frío y tranquilo escondía mil y un pruebas y ejercicios para experimentar con sus alumnos. Un ser carismático e imperturbable, que colocaba ceros sin inmutarse, con una inquietante tranquilidad.
Hombre de pocas palabras, se limitaba a explicarnos brevemente el ejercicio, para acto seguido callarse y ver cómo lo hacíamos. Daba miedo no por lo que decía, sino por lo que no decía. Si su libreta hablara...
Debo decir que nunca, jamás, le he oído reirse. Tampoco solía echar broncas monumentales, más bien se armaba de paciencia y colocaba el cero, sin más. Pese a todo, hay que decir que era un buen tío, y que los ceros que te plantaba eran justificados en un 98%.
Su imagen serena, portando los Conos de Castigo, es todo un icono para nuestra generación, junto a Goku y la Coca Cola.

Blanca: Blanca era la fiel y temida lugarteniente de Miguel Ángel, una fría mujer que hacía su aparición alguna vez que otra, sembrando el terror y el desconcierto en el patio. Conocida como la Tirana entre unos pocos (para qué rompernos la cabeza...), solía cebarse con los que corríamos poco, grupo en el que yo era todo un símbolo. Jamás olviadaré el día que me dijo:

- "¡Con las patas tan largas que tienes, y lo poco que corres!"

El caso es que no le faltaba razón, pero después de algo así, ¿os esforzaríais más? ¿Os deprimiríais? Más bien lo segundo.
Su rostro mostraba las facciones de alguien incapaz de reír, siempre seria y distante. Es de las profesoras que más he temido durante mi etapa berricense, seguramente debido al poco trato que tuve con ella.

[Fer, si estás leyendo esto no te mosquees que es todo de coña :D]

Las Pruebas de Gimnasia

Dejémonos de preámbulos y entremos en materia. A continuación voy a intentar relatar las principales pruebas que hemos padecido/soportado/disfrutado durante tantos gloriosos y entrañables años bajo la tutela de Miguel Ángel. Obviamente, no se incluyen las tan temidas Pruebas de Correr, ya comentadas hace un par de Momentos Entrañables Bérriz.
Y es que no todo era correr, aunque muchas veces esa sea la imagen que nos venga a la cabeza. Corríamos mucho, sí, pero no debemos olvidarnos de las clases, el conjunto de pruebas que hacíamos cada semana, aliviados en parte por no estar corriendo por urbanizaciones perdidas de la mano de Dios. Comenzamos nuestro circuito de los horrores.

- El Balón Medicinal: un clásico indiscutible de la clase de gimnasia. Había opiniones para todos los gustos. Un sector del alumnado la adoraba. A otros les daba más o menos lo mismo. Yo la odiaba con todas mis fuerzas. Consisitía en lo siguiente:
1. Miguel Ángel colocaba un metro extendido en el suelo
.
2
. Cogías el balón medicinal (¿por qué coño se llamará así?)
3. Lo lanzabas. El metro medía la distancia recorrida en tu lanzamiento.

Una apología al garrulismo, pese a quien le pese. A ver quién es el más gañán y tira la roca más lejos. Esta prueba contaba con sus héroes e iconos propios, como el pobre Teto, que era incapaz de lanzarlo (más bien lo dejaba caer delante suyo), o Manu, cuya fuerza bruta lanzaba el balón con la mala fortuna de caer siempre en el metro, descolocándolo. Ya se sabe que la potencia sin control no sirve de nada.
Yo jamás (lo afirmo rotundamente) logré aprobar en esta prueba. Nunca. Asumía que era un cero automático.
Otros lograban lanzar el balón más allá de la cinta métrica, elevándose de entre la mediocridad. Eran en su mayoría fornidos repetidores, que eran veneraddos como dioses por tal proeza sobrehumana.
También circulaban leyendas sobre gente que lanzaba con una sola mano, o con dos balones a la vez, mitos que a día de hoy no han sido demostrados todavía.

- Las pruebas de balonmano: Nunca, jamás, entendimos esa fijación de Miguel Ángel por el balonmano. Mi teoría es que su sueño de juventud fue convertirse en un as de este deporte y no pudo conseguirlo, porque si no no me lo explico. Estuvimos un trimestre entero con el dichoso balonmano. La clave de todos los ejercicios era lo que Miguel Ángel denominaba "Brazo Armado". O sea, coger el balón y colocar el brazo en ángulo recto. Lo subíamos y bajábamos para ensayar el lanzamiento de balonmano, todos a la vez, en una estampa realmente ridícula para el que se asomara a la ventana de clase en ese momento.
Otras veces, dábamos dos pasos (más bien dos ridículos saltitos), para encarar la portería y lanzar.
No es que fuera muy difícil, pero ¿a quién de nosotros le gustaba el balonmano? ¿A quién le importaba? Tan sólo un jugador de balonmano ha conseguido triunfar de verdad, y ese es el Excmo Lord Urdangarín. Y ni siquiera por el balonmano.

Cómo odio el brazo armado madre mía...

- Las pruebas de baloncesto: eran nuestras favoritas. Era un punto ir a clase de gimnasia y ver a Miguel Ángel con el saco de pelotas de baloncesto. Estas pruebas nos encantaban a los chicos, que en aquellos tiempos llegábamos al extremo de no ir a comer para seguir jugando al basket en el patio. Porque no era baloncesto, era basket (¿ya no os acordábais eh?). Había varias subpruebas relacionadas con el baloncesto (como tirar a canasta, obviamente), pero las más destacables son estas 3:

1. Botar la pelota: no hace falta mucha explicación para esta prueba. Consiste en botar la pelota, a veces cambiándola de mano. A veces el sonido de 20 pelotas de basket rebotando sin orden ni concierto en el suelo de la cancha resuena todavía en mi cabeza.

2. Entrada a canasta: la mejor de todas, pues en ella practicábamos lo que más tarde haríamos en el recreo. Correr con la bola, dos zancadas, y bandeja. Fallar en esta prueba jodía bastante, porque todo el mundo veía tu fracaso, incluidos Miguel Ángel y su temido Bolígrafo Inquisidor.
Por cierto, ¿qué criterio seguía para puntuar esta prueba? ¿Si hacías la mitad bien te aprobaba? ¿Y si sólo te dio tiempo a una entrada? Misterios que nunca sabremos.
Una prueba que recuerdo con mucho cariño, en definitiva.

3.
La Trenza. La puta trenza. Una prueba así se merece negrita, subrayado, y lo que le queráis poner. Una intrincada maniobra realizada por grupos, donde debes pasar la bola y rotar al tiempo que corres y no te cruzas con el otro grupo que está regresando. A todo el mundo le encantaba. A todo el mundo menos a mí, que ponía de manifiesto mi auténtica carencia de coordinación y lógica. No lograba entender a dónde debía ir una vez pasaba la pelota, y cuando lo entendía no duraba mucho tiempo. Y si por algún casual hacía una ronda entera bien, Miguel Ángel estaba mirando otro grupo. La Trenza es, sin ninguna duda una de mis némesis escolares más recurrentes.

- Pruebas de Volleyball: estas sencillas pruebas suponían para David y para mí una auténtica tortura. Todo el mundo las hacía más o menos bien, pero es que nosotros dos éramos el paradigma de la incompetencia. Si añadimos a esto el hecho de que nos partíamos la polla de nuestra misma nulidad, el cero estaba más que asegurado. Estas son las pruebas que recuerdo con más claridad:

1. Tirar el balón arriba, sin ningún otro puto objetivo que volver a bajar después: la peor. Aquí sacábamos el primer cero del día. Algo tan simple como poner las manos en plan Ten Shin Han e ir dándole golpes hacia arriba, siempre mirándolo para que al caer volvieras a darle una y otra vez. Pues éramos incapaces. Especialmente yo, que el primer día de esta prueba se me dobló el pulgar hacia atrás cuando golpeó con la pelota. Muy doloroso.
Me llevé las manos a los huevos (en un típico gesto de dolor) y empecé a gritar. David sentenció nuestra imagen ante Miguel Ángel gritando:


-"¡¡¡Se está haciendo una paja!!!


L
a cara que puso Miguel Ángel mientras nos plantaba el cero fue de absoluta compasión, mirando al suelo y negando con la cabeza. Nuestra reacción al cero fue de absoluto descojone. Eso pasó sobre 1º de la ESO, y guardo la anécdota fresca en mi memoria. Fue espectacular.
Otra pifia de esta prueba es que, como había que mirar siempre al cielo, a veces caminabas sin darte cuenta y te chocabas con los que lo estaban haciendo bien.

2. Sacar: nos poníamos todos en cola, y en nuestro turno lanzábamos como si estuviésemos en un partido de volleyball. No tenía mucho secreto, pero obviamente tirarla a la red era un fracaso mayor que tirarla fuera del campo. Y si el balón no pasaba de tu propio campo, ya te cagabas.
En cierta ocasión Linaza me dijo que la tiraba mal, y yo le llamé Cuarto de Libra. Y Chicken Run. Eran cosas nuestras. Qué tiempos, ojalá volvieran.

3. Pasarse la pelota entre los miembros del grupo, en plan ejemplo 1: a la hora de formar grupos en volleyball es cuando nuestro patetismo se hacía palpable. Siempre quedábamos sólos David, Borja, Manu y yo. Digamos que nuestro grupo lo creaban los demás. Con cuatro sujetos así, el ejercicio era el esperpento hecho carne. Al final la bola se acababa cayendo por los pisos inferiores del recreo, y para cuando alguien iba a buscarla y la traía, la prueba ya había terminado.

-Salto de longitud:
para esta prueba, Miguel Ángel nos llevaba a la zona embarrada del piso inferior del recreo. Una vez ahí, debíamos correr un pequeño tramo para poco después pegar un buen salto en una especie de foso que no sé muy bien para qué servía. Lo más complicado era coordinar los pies para saltar con el pie bueno, a mí siempre me pasaba que tenía que cambiar la posición al saltar y lo hacía mal.
Por más que me esforzara, no había forma de que me aprobara.

-Salto de altura: me encantaba. Desgraciadamente, sólo la hicimos un par de veces, tres como mucho. Dentro del gimnasio, se improvisaba una barra encima de la macrocolchoneta azul. Por turnos, íbamos saltando la barra. Los que fallaran, quedaban eliminados. En cada ronda se iba subiendo la barra un poco más, y el número de eliminados aumentaba. Era una eliminatoria, le daba un toque de emoción a la prueba. Llegó un punto en que la barra ya no se podía subir más. Recuerdo que se me dio bastante bien, y quedamos al final Javier Ruiz, alguien más y yo. Finalmente, fui eliminado y Javier Ruiz fue a las Olimpiadas.
Y es que Javier Ruiz era un ser sobrehumano. Y bien que os gustaba, eh picaronas...

- Prueba de Flexibilidad: prueba realmente aborrecida por todos, incluso por los que conseguían pasarla. El objetivo era intentar tocar el suelo con las manos, con los pies juntos, de pie y sin doblar las rodillas, con el consiguiente desgarro de columna. En el suelo estaba el metro, que medía tus progresos. Lo cruel del ejercicio es que había que permanecer unos segundos tocando el suelo, sin doblar las rodillas. Un ejercicio horrible que todos odiamos y recordamos entre lamentos y quejidos.

- El Circuito: Esto ya son palabras mayores. El temible Circuito era capaz de minar el ánimo y el espíritu de los superdotados. Se desarrollaba dentro del gimnasio, donde una serie de Elementos de Tortura habían sido dispuestos para agotarnos física y mentalmente. El brutal ejercicio consistía en lo siguiente:
1. Un grupo se ponía en un ejercicio (por ejemplo, las espalderas).
2. Miguel Ángel tocaba el silbato, ese silbato fatídico, y nos poníamos como locos a hacer el ejercicio lo más rápido posible, llevando la cuenta de cabeza.
3. Miguel Ángel tocaba el silbato otra vez, y cambiábamos de ejercicio, rotando al de al lado.
4. Volvía a tocar el silbato, y vuelta a empezar. Al acabar todo el Circuito, había que darle la suma de todos los ejercicios hechos, y eso decidía tu nota.

No hay duda de que junto a las pruebas de correr, el Circuito era el más odiado y respetado. Algunas de las pruebas eran: espalderas (donde hacíamos abdominales como hijos de puta), flexiones (para mí, la peor de todas) y comba (con la que tropezábamos debido al lógico agotamiento y entumecimiento menatl). Ahora mismo no recuerdo más, pero había bastantes.
El terrible momento previo al pitido de Miguel Ángel era lo más tenso que se podía imaginar, más aún cuando estabas esperando en las espalderas, dispuesto a romperte el espinazo. Esas abdominales eran más parecidas a ataques epilépticos que otra cosa.
Qué caras de sufrimiento, qué convulsiones.

El Circuito era realmente agotador y tenso, sabíamos que era una parte importante de la nota, y nos dejábamos la piel en él. Qué bonito era llegar y notar cómo litros de sudor ajeno se te pegaban a la camiseta.

Lo más frustante de esta prueba eran las trampas. Si en las pruebas de correr, había algún listo que mentía con su tiempo, en el circuito estas corruptelas seducían a muchos. Había gente que contaba de veinte en veinte, y se le notaba mucho, pero otros lograron alcanzar el equilibrio del perfecto tramposo, inventándose una cifra falsa pero que no escandalizaba. Y lo más importante, que lograba engañar a Miguel Ángel.

- Preparación para las Olimpiadas: la mejor temporada de las clases de gimnasia era el mes anterior a las Olimpiadas Escolares de las Rozas (a las que quizá dedique un día un MEB ). Dependiendo del deporte en el que nos hubiéramos apuntado, la clase se convertía en un Tiempo Libre (reverencia) que debíamos aprovechar entrenando esa especialidad. Por ejemplo, si estabas en baloncesto, echabas un partidillo al basket, como si fuera un recreo más.

El primer año que decidí inscribirme en las Olimpiadas, lo hice en Natación, al igual que Ruper. ¿Qué hacíamos entonces, si el Bérriz carecía de piscina? ¡¡¡Correr!!! ¡¡Miguel Ángel nos ponía a correr, mientras mirábamos cómo los demás se divertían!! Para él correr es la solución para todo. Correr acabará con el hambre en el mundo, y logrará que todos nos amemos como hermanos. En su otra vida debió ser un hámster.
Aprendida la lección, al año siguiente me apunté a baloncesto.

Por cierto, el destino quiso que me diera una cosa chunga en el ojo el día anterior a las Olimpiadas, y no pude competir en Natación. Menos mal.


TIEMPO LIBRE (reverencia, genuflexión y ave maría purísima): Tiempo Libre. Estas dos palabras hacían convertirse al más educado y comedido estudiante en un mono enloquecido.
Escuchar a Miguel Ángel decir "Tiempo Libre" nos creaba una euforia y una alegría incontenible. A efectos prácticos, significaba que en vez de hacer gimnasia, Miguel Ángel nos concedía la Gracia de hacer lo que quisiéramos. Simplemente eso. Pero para nosotros era un orgasmo múltiple. Hay quien dice que escuchar estas mágicas palabras es mejor que el sexo. No podríamos culparle, ciertamente.

No había acabado de hablar y ya estábamos todos, totalmente desatados, corriendo hacia el cajón de los balones para pillar bolas de fútbol y basket. Era una estampida mecánica e imparable, y si un niño pequeño se cruzaba en nuestro camino era atropellado. En masa, como ñus. No teníamos tiempo que perder: cuanto menos tiempo tardáramos en coger los balones, más tiempo tendríamos de tiempo libre. Ésa era la clave.

Tiempo Libre se convirtió en todo un símbolo, en un anhelo personal, en las mágicas palabras que todos queríamos escuchar en esas tardes de verano.
La Milla, el Circuito, el volleyball...todo era perdonado gracias al efecto milagroso del Tiempo Libre.

Tiempo Libre es Dios.

Mención especial: qué hacer en clase de gimnasia cuando llueve

Muy carismáticas eran esas clases de gimnasia en las que nos llevaban a clase porque fuera estaba diluviando. Eran "clases escritas de gimnasia", en las cuales Miguel Ángel y Blanca nos encargaban escribir y dibujar en un folio una serie de pruebas. Al ser algo escrito, excepcional y sentado en un pupitre, trajo la leyenda negra de que eran "exámenes", algo que siempre me negué a creer, independientemente de que fuera cierto o no. Que yo sepa, eran pruebas escritas por hacer algo debido a la lluvia, pero la creencia de que eran pruebas superimportantes se extendió rápidamente.

Y es que estas clases atípicas también tienen sus anécdotas.Todos recordamos a gente escenificando las posturas antes de plasmarlas en el papel, como si la vida le fuera en ello y mientras el resto de gente se lanzaba aviones de papel. Puro dramatismo.
Y qué decir que no sepáis de cuando Miguel Ángel nos dijo que dibujáramos 5 pruebas de flexibilidad, 5 de abdominales, 5 de volleyballl, etc....y yo le dibujé (totalmente convencido) un monigote haciendo un ejercicio, poniendo entre paréntesis: se repite 5 veces. Y el tío extrañado de que hubiera terminado tan pronto. Y yo más. Acojonante.


Aquí termina este exhaustivo repaso a las clase de gimnasia. Se lo merecía. Sin ella seríamos muy distintos de lo que somos hoy. Ya sabéis que si me he dejado alguna mítica prueba en el tintero, vuestro deber como ex-berricense es dejar constancia de ello.

Que el Brazo Armado os acompañe.

7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡¡¡¡EL OCHO!!!!¡Te has dejado el ocho! Ya sabes, salta una valla, pasa por debajo de una barra, corre y tal. Me acuerdo porque en este me hice un esguince (escasamente doloroso y que me evitó las clases de gimnasia unos días, ¡hurra!).

Yo recuerdo con nostalgia 3º de ESO,cuando al tiempo libre se sumó el hockey. Qué divertido era, hasta que alguien se cargó la pelota y guardaron los palos en el cuartucho para nunca más salir. Y qué tétrico era ese cuartucho...

Ah,por si te consuela, yo tampoco sabía a dónde ir en la trenza.
¡Qué gran MEB!

crispa

por cierto,tu antispam es cada día más complejo.

7:55 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

JAJA!! Sin duda el mejor tratado sistemático sobre torturas berricenses jamás escrito. Supera con creces el que en su dia la FJ elaboró. Sencillamente genial.

Me ha gustado mucho las descripciones de El Tirano y La Tirana. "Su lugarteniente" jaja que bueno. La Dama de Hierro.

Se te ha olvidado la prueba de hacer el pino. Yo era la que especialmente odiaba porque temía por mi integridad física. La verdad es que he conseguido superar el Berriz sin aprender a hacer el pino, jaja!

También recuerdo con especial dolor el plinton (o como se escriba). Consistía en hacer una voltereta en un aparato de tortura alto, acolchado, estrecho y peligroso. Lo peor es cuando El Tirano previamente ponía un trampolín para dar impulso. Tardé AÑOS en aprender a hacer la voltereta en el Plinton. Todavía me persige en mis peores pesadillas.

El potro por contra era genial. Una de las mejores pruebas, sin duda.

También eran entrañables las amenazas que los Tiranos nos hacían en junio, para que participaramos en el Cross. "Si no vais, os suspendo". Yo me lo crei durante años.

Y para terminar, recuerdo las especulaciones que había entre los alumnos en esos maravillosos minutos en las pistas de baloncesto previos a que saliera Miguel Angel del gimnasio: hoy habrá milla, hoy habrá tiempo libre (reverencia XD), hoy tocan los 50, hoy hay circuito, etc. Siempre eran un puñado de iluminados que especulaban sobre nuestros destinos en aquellas pistas agrietadas.

Ojalá volvieran esos tiempos!

Felicidades por este tratado sistemático de torturas. Tremendo.

BURGUES

Miembro vitalicio de la Resistencia anti-Tirana

9:18 p. m.  
Blogger New York Friki Boy said...

Gracias gracias, me alegro de que os haya gustado :D
¡¡Cómo he podido olvidarme del potro y el plinton pot Dios!!
¡¡Sacrilegio berricense!!

Lo que ha dicho Burgues:

El potro era la mejor prueba de todas. Era la única que no me costaba NINGUN esfuerzo pasarla, siempre me extrañaba que sólo consistiera en saltarlo. Una gozada.

Y el plinton...madre mía, también tardé lo mío en vencerla. No tanto como Burgués, pero lo suficiente como para coger un plinton-trauma. La paranoia de romperme el cuello o caerme desde esa altura pudo conmigo hasta que por fin me hice con ese artilugio demoníaco.

Y el 8...¡lo había enterrado en mi memoria para siempre! ¡Qué prueba más surrealista y cansina!

¡¡Ese feedback berricense!!B)

10:01 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Simplemetne cojonudo, lo que me he podido reir,,,,jaja...y concluir que gracias a esas millas por molino con el puto polen (RECORDEMOS OTRO MOMENTO BERRIZ DEL MECHERO Y DEMÁS)sí,sí, ese polen como compañero de fatigas han hecho de mi un asmático crónico.

Gracias Bacterio

ADOLFO.

11:59 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

ummm jeje muy bien javi, pocas cosas q añadir

lo de las clases teoricas, en mi caso era cuando miguel ang se cbraba la ostia
, xcierto me lleve un chasco o algo parecido al descubrir q miguel angel era la fantasia , el morbo personalizado para bastantes chicas de clase,,, no lo entiendo,,!!

buenooo saludss javato

MGLON

12:48 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Niño!!está genial, me he reido muchisimo!describes prefectamente ese sentimiento del Tiempo Libre...q felicidad!jeje
las chicas tb tenemos algo q añadir cuando nos cogía Blanca xa hacer "gimnasia artistica" mientras vosotros echabais 1partidillo fuera...nunca olvidaré lo de "mi abuela lo hace mejor!!"xa mi fue un trauma...
Miguel, MA en camisa gana mucho...jeje.
Bsos!Ruth
PD:estas crónicas berrricenses deberian ser enviadas a la mismisima Doña Mª Pía!

10:46 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo ya estoy en 2º de Bachillerato y de lo que más me alegro es de NO VOLVER A TENER GIMNASIAA!!! Cuando me enteré de que en mi curso ya no volvería a tener pesadillas fue... no más ganas de ponerte enferma para no ir al colegio el día siguiente porque El Tirano anuncia con antelación La Milla; no más roturas de dedos gordos en volleyball (aunque en el fondo te alegraba un poco por escaquearte así un rato); no más asfixias con polen mientras corres y te comes uno (si os pasa, no bebáis agua porque no baja, solo se hincha más ^^); no más andar descalza de puntillas sobre la temida barra en la que La Tirana te hacía subir a pasar vértigo; no mas 8s (como he llegado a odiarlos...) ; y así un sinfín de cosas que no volveré a hacer en mi vida! :D. Creo haber leído que salíais por Molino a correr; yo eso, por desgracia o por fortuna, no lo conozco: todo lo que corríamos era en el patio, dando vueltas a las pistas...cómo olvidar el famoso derrape cuando llegabas a la esquina que hace el muro de la escalera de las gradas, o el no pasar por detrás de los conos cuando PENSABAS que El Tirano no miraba...

No sé si es que se te ha olvidado o que a vosotros no os lo hacían hacer: los MALDITOS saltos en las escaleras del patio (obra cruel de La Tirana), que si ahora a la pata coja, que si de dos en dos, de tres en tres... Arrg!

En fin, me ha gustado un montón todo lo que has escrito. Mis felicitaciones.

PD: yo era de las que se tomaba muy enserio lo del "examen escrito", pensaba que esa era mi única oportunidad de aprobar xD. Ah, y ahora La Tirana además de "Educación Física" da Música.
Ale, a ser feliz. No cualquier tiempo pasado fue mejor :)

12:37 p. m.  

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